Cada 17 de noviembre se celebra el Día de la Militancia peronista en conmemoración al regreso de Juan Domingo Perón a la Argentina tras el exilio obligado por el golpe de Estado. En aquella jornada de 1972 quedó demostrado el triunfo de la militancia y la resistencia del movimiento justicialista fortalecido tras más de 17 años de proscripción.
Aquella jornada de 1972, pasó a la historia la icónica imagen del secretario general del Movimiento Peronista, Juan Manuel Abal Medina, recibiendo a Perón cuando bajaba de la escalerilla del avión, y el jefe de la CGT, José Ignacio Rucci, quien lo protegió de la intensa lluvia con un paraguas.
El General ya había intentado, sin éxito, regresar a su patria. El operativo más famoso fue el de 1965, cuando su avión fue interceptado en Brasil y enviado de regreso a Europa. Muchos creyeron que el jefe del movimiento político, social y contemporáneo más grande de Latinoamérica no podría volver nunca más. Sin embargo, las pintadas y volanteadas con la consigna “Luche y vuelve” no cesaron, incluso en los años más oscuros por la censura de la dictadura.
Por entonces, con Perón exiliado, y el peronismo fuera de la institucionalidad democrática y proscrito, ser militante de la causa justicialista era exponerse a ser torturado o asesinado por las fuerzas armadas o de seguridad. Fue un verdadero movimiento de resistencia que persistió durante la alternancia de dictaduras militares y gobiernos civiles condicionados.
Solo la acelerada descomposición del régimen dictatorial por causa de esa misma resistencia popular, produjo la cadena de eventos políticos que obligaron al presidente de facto Agustín Lanusse a iniciar negociaciones con Perón, tras comprender que solo él podía pacificar a sus seguidores más radicalizados y controlar las llamas de aquel incendio que la dictadura había provocado en la Argentina.
Cómo fue el 17 de noviembre de 1972
El regreso de Juan Domingo Perón a la Argentina después de 17 años y 52 días de exilio tenía a cientos de miles de militantes en vilo. Se trataba del despertar de una larga pesadilla, de un acontecimiento que convertía en realidad una utopía que fue durante años la razón de vivir de una mayoría.
A pesar de que ese día había amanecido tormentoso y frío, un clima bastante atípico para esa época del año en Buenos Aires, una multitud de personas de todas las edades se movilizó bajo la lluvia hacia el aeropuerto de Ezeiza a darle la bienvenida al líder popular. Su intención no era solamente recibirlo con alegría, sino también protegerlo de posibles maniobras de las fuerzas armadas con el fin de que terminara prisionero.
No obstante, el gobierno militar intentó impedir que la marea humana se acercara al aeropuerto, disponiendo un enorme dispositivo de seguridad en el que participaron 35 mil hombres. El primer objetivo era la disuasión: se había declarado el Estado de Sitio. Los militares rodearon el predio del aeroparque con un círculo de hierro, con tanquetas y tanques y numerosos soldados armados cortando el paso sobre los accesos a la autopista cercana.
Mientras tanto, en la ciudad, llegaban los trenes de las provincias, atestados de jóvenes y trabajadores. Patrullas del ejército, formadas por jeeps artillados y camiones cargados de soldados circulaban por las calles y trataban de disolver los grupos que se iban formando con gases lacrimógenos, balas de goma e inclusive de plomo. También se confiscaron micros y camiones, por lo que la mayoría de los militantes se vio en la obligación de continuar el largo trayecto a pie.
De todas maneras, la multitud finalmente logró acceder a las inmediaciones del aeropuerto, que estaba cercado, aunque el General ya se había marchado. Lanusse retuvo al expresidente en el Hotel de Ezeiza hasta la madrugada del día siguiente, tras lo cual el fundador del justicialismo se dirigió a su casa de la calle Gaspar Campos, en Vicente López. Su estadía se prolongó solamente por 29 días, ya que luego volvió a irse a España.
El retorno definitivo ocurrió el 20 de junio de 1973, de la mano del presidente justicialista electo Héctor Cámpora, quien luego renunciaría a su cargo para llamar a elecciones y permitirle a Perón acceder a su tercera y última presidencia.