En Resistencia, la capital de la provincia de Chaco, los ciudadanos se enfrentan a una realidad desoladora. La ciudad, que en algún momento fue un símbolo de progreso y desarrollo, se ha convertido en un caótico escenario de abandono y negligencia municipal.
Un reciente incidente, ocurrido en el barrio Villa Encanto, ha sacado a la luz la gravedad de la situación. Según el relato de una madre, su hijo se encontraba jugando en un basural cuando un parlante explotó cerca de su rostro, provocándole serias quemaduras. La madre llevó al niño a la salita de salud del barrio Santa Inés, buscando atención médica urgente.
Este trágico suceso no es más que la punta del iceberg de los problemas que aquejan a Resistencia. La ciudad se ha convertido en un verdadero basural a cielo abierto, con calles en un estado deplorable que obligan a los automovilistas a maniobrar como en una carrera de rally, esquivando profundos baches y hoyos.
La mala gestión municipal ha sumido a Resistencia en una oscuridad literal y figurativa. El alumbrado público es insuficiente, dejando a los habitantes a merced de la penumbra, incluso al punto de que «el cuco tiene miedo» de recorrer las calles.
Pero el problema va más allá de la infraestructura descuidada. La administración municipal parece estar en manos de personal «totalmente inestable e inexperto», que no tiene la más mínima idea de cómo abordar los problemas de la ciudad. Y cuando los ciudadanos intentan alzar la voz, se enfrentan a la censura y la violencia del funcionario Pablo Mujica, quien supuestamente les quita la pauta publicitaria a quienes osan criticar la gestión.
Es una situación desesperante, en la que los habitantes de Resistencia se sienten abandonados por sus líderes. La gente reclama que se haga algo al respecto o, en su defecto, que se convoquen a nuevas elecciones. No pueden seguir soportando un gobierno municipal que parece más interesado en «agarrar las cajas y robar» que en atender las necesidades básicas de la población.
Resistencia, una vez considerada una ciudad próspera, se ha convertido en un verdadero calvario para sus habitantes. Urge una intervención urgente y una profunda reforma de la administración local, antes de que la situación se desborde aún más. Los ciudadanos merecen vivir en una ciudad segura, limpia y con servicios básicos funcionando adecuadamente. Es hora de que los líderes políticos asuman su responsabilidad y trabajen por el bienestar de la comunidad.
