martes, noviembre 5, 2024
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    MIRALO DE VUELTA

    Campo del cielo, la ciudad “extraterrestre” de Chaco que esconde meteoritos, misterios, mitos y leyendas

    Narrada (y ficcionada) por Mariano Quirós, esa región resalta en el mapa argentino por haber sido testigo de una lluvia de meteoritos hace 4.000 años. La Reserva Natural reúne vestigios de aquel evento, historias, atracciones y mercenarios.

    Campo del Cielo envuelve un oxímoron, las aparentes contradicciones de la sintáctica. El nombre de esta Reserva Natural ubicada en Chaco, a poco más de 1.000 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, conjuga lo terrenal y lo que está más allá en el Universo, es decir, lo extraterrestre. Tiene un pie en nuestro mapa y otro en el espacio. Ocurre que allí, hace unos 4.000 años, se registró una lluvia de meteoritos, evento que ha definido la esencia de esta región en el norte argentino, atravesada por atracciones de feria, misterios novelescos y mercenarios del comercio electrónico.

    Actualmente se exhiben 300 unidades de esos fragmentos de cuerpos espaciales, entre ellos dos de los ejemplares más grandes del mundo, bautizados Chaco y Gancedo. (Foto: Gobierno del Chaco)
    Actualmente se exhiben 300 unidades de esos fragmentos de cuerpos espaciales, entre ellos dos de los ejemplares más grandes del mundo, bautizados Chaco y Gancedo. (Foto: Gobierno del Chaco)

    Según nos cuenta el escritor Mariano Quirós, que en 2019 publicó un libro con historias que transcurren en aquella región chaqueña, en verdad no existe en nuestra cartografía una urbe llamada Campo del Cielo. En cambio, así bautizaron a esta gran atracción de la provincia, también conocida como Pigüen N’onaxá. “En realidad no es un pueblo. Aunque, sin dudas debería haber uno que tenga ese nombre. Como no lo hay, lo inventé”, comenta el autor en diálogo con TN.

    Campo del Cielo, hogar de los meteoritos más grandes en la Tierra

    Cerca de Gancedo y del límite provincial con Santiago del Estero, se encuentra la Reserva Natural Cultural Pigüen N’Onaxá. Los que llegan hasta allí lo hacen empujados por el pasado remoto: la mencionada lluvia espacial depositó al suroeste chaqueño una gran cantidad de meteoritos metálicos.

    La región en el mapa de Chaco en la que cayó la lluvia de meteoritos, hace unos 4.000 años. (Imagen: campodelcielo.com.ar)
    La región en el mapa de Chaco en la que cayó la lluvia de meteoritos, hace unos 4.000 años. (Imagen: campodelcielo.com.ar)

    Actualmente, se exhiben 300 unidades de esos fragmentos de cuerpos espaciales, entre ellos dos de los ejemplares más grandes del mundo, bautizados Chaco y Gancedo.

    Según cuenta el Gobierno de Chaco, la Reserva cuenta además con dispositivos que permiten “revivir el cataclismo cósmico”. Y siguiendo el oxímoron de su nombre, hay allí asuntos mucho más terrenales: un camping, con baños y parrillas dispuestas para el público.

    La Reserva se extiende a lo largo de unos 20.000 kilómetros cuadrados. (Foto: Gobierno del Chaco)
    La Reserva se extiende a lo largo de unos 20.000 kilómetros cuadrados. (Foto: Gobierno del Chaco)

    En total, Campo del Cielo —lo tangible y lo intangible de ese sitio— se extiende a lo largo de unos 20.000 kilómetros cuadrados. Además del testimonio de las rocas, la espectacular lluvia quedó grabada en cráteres, que se cuentan en decenas en toda la región.

    Los interesados en visitar Campo del Cielo deben tomar la Ruta Nacional 16 hasta el kilómetro 165, seguir 35 kilómetros hasta Avia Teari y allí doblar hacia la izquierda para continuar por la Ruta Nacional 89. Al llegar a Gancedo, hay que recorrer apenas 700 metros y en el lado izquierdo, desde Resistencia, aparece el acceso al Parque. El último tramo es por camino de tierra enripiado: son 13 kilómetros dando saltitos.

    Campo del cielo, la ciudad “extraterrestre” de Chaco que esconde meteoritos, misterios, mitos y leyendas

    Los que viven en Capital Federal, los curiosos que no puedan o no quieran viajar hasta la Reserva chaqueña, pueden acercarse a la imaginería de Campo del Cielo en los Bosques de Palermo. En el Planetario de la ciudad (en la intersección de Avenida General Sarmiento y Belisario Roldán) se exhibe “La perdida”, un meteorito metálico que pesa más de 1.500 kilogramos, traído a la ciudad desde aquella región.

    Mitos y literatura en Campo del Cielo

    “Ahí están las leyendas y los mitos indígenas”, dice Quirós, cuyo Campo del cielo (Tusquets Editores, 2019) invita a un paseo imaginario a través de historias como la de un boxeador que ve la imagen de un alienígena cuando recibe golpes en la cabeza, o la de un nene que abraza a los meteoritos como si fuesen figuras maternas. La reseña da en la tecla: los relatos crean “un mundo propio, civilizado y salvaje”.

    El libro de Mariano Quirós ficciona historias ancladas en Campo del Cielo. (Foto: Tusquets)
    El libro de Mariano Quirós ficciona historias ancladas en Campo del Cielo. (Foto: Tusquets)

    Tal como señala el escritor nacido en Resistencia en 1979, Campo del Cielo es habitado por la belleza de los mitos. Uno de ellos, el de la comunidad Qom, consideró que las rocas caídas eran gotas de sudor del Sol y que, en tanto, aquella región era un sitio de reunión entre la Tierra y la gran estrella. Por su parte, para los Wichi, que oyeron acerca de la lluvia de meteoritos de boca de los Qom, el evento ocurrió cuando los yaguares atacaron a la Luna y le quitaron algunos fragmentos, que luego cayeron.

    “Como chaqueño que soy, el interés, la curiosidad alrededor de Campo del Cielo estuvo siempre. Pero, así y todo, me tomé mi tiempo para mandarme a conocer el parque”, dice Quirós. “Conocí el interior del Chaco ya como adulto, con lo que mi fascinación por mi propia provincia surgió cuando ya tenía una conciencia más o menos desarrollada. Tuve la idea de escribir sobre Campo del Cielo antes de conocer el parque, antes de conocer Gancedo, el pueblo más cercano y más determinado por la presencia del parque. Y tuve, por supuesto, el impulso de conocer el parque y el pueblo antes de lanzarme a la escritura, como quien pretende documentarse. Por suerte, reprimí a tiempo el impulso y me dejé llevar por lo que sabía a partir de lecturas y relatos; y después dejé que fluyera la imaginación, que al fin y al cabo es el terreno que, se supone, mejor manejo”, dice.

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    El autor reconoce que el plan de su Campo del cielo no fue, exactamente, destacar a “lo extraterrestre” en el centro de la escena. “La idea, poco original, pero siempre vigente, fue poner en tensión la urbanidad y la vida de un pueblo determinado por la caída de unos meteoritos milenios antes de que se fundara el pueblo en cuestión. Poner en tensión el lenguaje urbano, las costumbres urbanas, los modos de leer urbanos, con una forma de violencia, una forma de amor que imaginé propias de ese pueblo. En ese sentido, me aproveché tanto de nuestros prejuicios urbanos como de la cosmovisión indígena; tanto de la coyuntura política como de mis lecturas. Manchar un mito con otro. Trabajar con la memoria, con la imaginación, hacer literatura”.

    Campo del cielo, en Buenos Aires: este meteorito metálico, bautizado “La Perdida”, se encuentra en el Planetario de CABA; fue traído de la reserva chaqueña y pesa más de 1.500 kilogramos. (Foto: Juan Marcelo Coronel/Wikimedia)
    Campo del cielo, en Buenos Aires: este meteorito metálico, bautizado “La Perdida”, se encuentra en el Planetario de CABA; fue traído de la reserva chaqueña y pesa más de 1.500 kilogramos. (Foto: Juan Marcelo Coronel/Wikimedia)

    Si bien un pueblo llamado Campo del Cielo solo existe en aquel libro, esta región larga al suroeste de Chaco se comporta como tal. Tiene un evento propio, el Festival del Meteorito, que se celebra cada septiembre y, siguiendo al autor, reviste al parque de cierto “pintoresquismo” en el que no falta música y tradición local.

    “Esto también es abonado por las historias alrededor del mercado negro de meteoritos, propiciado por mercenarios, ladrones extravagantes dispuestos a robar y trasladar ejemplares que pesan toneladas, para ponerlos a la venta en Mercado Libre”, cierra Quirós, estirando el carácter mitológico y misterioso de esa Reserva.

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