Bahía Blanca y localidades aledañas del sudoeste bonaerense enfrentaron fenómenos extremos en 2023 y 2025. Qué dicen los expertos sobre la planificación urbana y la advertencia de un estudio del Conicet de 2012
El sudoeste de la provincia de Buenos Aires sufrió un fenómeno de lluvias extremas el 7 de marzo pasado. Con un total de 290 milímetros de lluvia que cayeron el viernes pasado, Bahía Blanca rompió el récord de precipitación diaria para su territorio, lo que derivó en inundaciones trágicas con más de 1.400 evacuados y la muerte de al menos 16 personas.
El fenómeno extremo hizo que, en apenas nueve días, marzo pasara a ser el mes más lluvioso en los registros de la ciudad, según el Servicio Meteorológico Nacional (SMN).
El 16 de diciembre de 2023 otro fenómeno extremo, con ráfagas de más de 100 kilómetros, golpeó también a Bahía Blanca y 13 personas fallecieron como consecuencia de la caída del techo del club Bahía del Norte. ¿El cambio climático influyó en que se produzcan esos desastres?
El papel del cambio climático en los fenómenos meteorológicos extremos

Científicos de la Argentina, Francia e Italia difundieron hoy un análisis de lo que pasó en Bahía Blanca. Allí consideraron que “las condiciones meteorológicas de marzo de 2025 fueron excepcionales y están relacionadas principalmente con el cambio climático”.
Agregaron que “las modificaciones en las precipitaciones en Bahía Blanca sugieren un impacto significativo de actividades humanas”.
En el equipo se encuentran las investigadoras en ciencias de la atmósfera de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Marisol Osman y Silvina Solmon, que forman parte de ClimaMeter, que es un marco experimental rápido organizado por países de Europa.
Los investigadores alertaron que futuros eventos similares podrían intensificarse si las temperaturas globales superan los 2 grados, como advierten los modelos climáticos.
Por su parte, la doctora Carolina Vera, profesora emérita de la UBA y ex miembro del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), comentó a Infobae: “Los temporales se asocian con la ocurrencia de tormentas severas que producen lluvias intensas, como la que ocurrió en Bahía Blanca el viernes pasado”.
En el país -mencionó la doctora Vera– ya hay evidencias de que hubo un incremento en la frecuencia y la intensidad de los episodios de lluvias intensas en el contexto del cambio climático global. “Ese aumento se está produciendo incluso en zonas donde las lluvias están decreciendo en general”, completó.
¿Podrían ocurrir más fenómenos extremos?

En diálogo con Infobae, la doctora Paola Salio, investigadora especializada en tormentas del Conicet y la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), comentó: “El Panel Intergubernamental de Cambio climático ya pronosticó que los fenómenos como los temporales o las sequías van a ser más extremos”.
Aclaró que los fenómenos de 2023 y 2025 en Bahía Blanca fueron diferentes: en el de 2023, las ráfagas de viento fueron las predominantes. En cambio, ahora el desastre se produjo por las lluvias y la inundación posterior.
“Sabemos que hay más riesgos de fenómenos extremos. Pueden ocurrir en áreas donde antes no se registraban, y las ciudades no están preparadas para esos impactos”, afirmó.

Los estudios de atribución permiten determinar si un evento meteorológico extremo está relacionado con el calentamiento global. También cuantifican la probabilidad de que el cambio climático haya aumentado la posibilidad de que ocurra ese evento.
En la Argentina, según la Organización Mundial de Migraciones, entre 2016 y 2022 se registraron 74.000 desplazamientos internos de personas debido a desastres, de los cuales el 94,5% fueron por inundaciones, el 2,7% por deslaves o corrimiento de tierra y el 2% por incendios forestales.
Según el Índice Mundial de Riesgo 2022, Argentina ocupa la posición 32 de 192 países en cuanto a su elevado riesgo ante desastres, debido a su alta exposición y limitada capacidad de respuesta.
Qué advirtió un estudio del Conicet en 2012 sobre Bahía Blanca

La ciudad de Bahía Blanca está ubicada en la cuenca inferior del arroyo Napostá, y enfrenta desafíos hidro-ambientales que combinan factores naturales y el impacto del crecimiento urbano.
En 2012, Paula Zapperi, científica del Conicet y del Departamento de Geografía y Turismo de la Universidad Nacional del Sur, publicó un estudio como parte de su tesis de doctorado en el que advertía que las precipitaciones intensas generaban anegamientos en áreas de menor pendiente de Bahía Blanca.
Mientras que en zonas más elevadas el agua provoca erosión en calles sin pavimentar, y eso desplaza materiales hacia sectores más bajos.
La investigadora, según contó a Infobae, analizó la hidrografía urbana de la ciudad y propuso soluciones para mitigar los problemas derivados de estos fenómenos.
De acuerdo con la tesis de Zapperi, al estar ubicada en la cuenca del arroyo Napostá, la ciudad de Bahía Blanca queda expuesta al escurrimiento de aguas provenientes de zonas más altas, lo que incrementa el riesgo de inundaciones.

Aunque diversas obras hidráulicas había reducido la frecuencia de estos eventos, los efectos de las lluvias intensas siguieron y afectaron especialmente a las áreas con menor inclinación del terreno.
En contraste, las zonas más altas experimentan procesos erosivos que agravan el deterioro de las calles no pavimentadas.
El estudio de Zapperi se centró en caracterizar el comportamiento del escurrimiento superficial en Bahía Blanca, así como en identificar las modificaciones realizadas sobre las condiciones naturales de drenaje.
Uno de los hallazgos más destacados del estudio fue la variación en los montos acumulados de precipitación en diferentes puntos de la ciudad.

Según el análisis que hizo antes de 2012, las mayores precipitaciones se registraron en el sector sur, una zona que enfrenta dificultades significativas para el escurrimiento del agua.
Por otro lado, en el noreste de la ciudad se observaron procesos erosivos que afectan tanto a la infraestructura como al entorno natural.
El estudio también incluyó mediciones del pH del agua de lluvia, que mostraron un leve aumento en comparación con los valores registrados en la década de 1980.
La investigación destacó que la expansión dispersa de Bahía Blanca encarece el tendido de servicios y el mantenimiento de las vías de circulación, lo que contribuye al surgimiento de problemas hidro-ambientales.
Este patrón de crecimiento urbano dificulta la implementación de soluciones integrales para el manejo del agua y aumenta la vulnerabilidad de ciertas áreas ante eventos climáticos extremos.
Zapperi identificó sectores de la ciudad con un mayor riesgo de inundación, lo que subraya la necesidad de una planificación urbana más eficiente. Es fundamental adoptar medidas que minimicen el impacto hidrológico del crecimiento urbano, para promover un desarrollo más sostenible y resiliente.