El primer empellón de la guerra desatada por la invasión rusa a Ucrania agudizó tendencias de precios que ya se venían manifestando en el mercado internacional, con un impacto mixto, pero de saldo en principio negativo para la Argentina.
De un lado, aumentaron las cotizaciones de los productos agrícolas, lo que en principio mejorará el valor en dólares de las exportaciones, que se reducirán en volumen por la menor producción a causa de un clima adverso. La guerra involucra de modo directo a Rusia y Ucrania, que aportan cerca de un cuarto de las exportaciones mundiales de trigo, cebada y maíz y más de un 50% de las de girasol y derivados, dijo el economista Jorge Vasconcelos.
Esa ventaja sería en parte compensada con el aumento del precio de los fertilizantes. Rusia y Bielorrusia sumados son el primer exportador mundial de nitrógeno, potasio y fósforo, en cuya compra la Argentina compite con gigantes como EEUU y Brasil. La provisión de esos insumos habría sido uno de los temas de la reciente visita del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, al presidente ruso, Vladimir Putin.
Del otro lado, el envión de los precios de la energía, en especial el del Gas Natural Licuado (GNL) que se importa por barco, y de combustibles líquidos como fueloil y gasoil encarecería en más de USD 3.000 millones las importaciones de hidrocarburos y combustibles, en tanto el aumento del petróleo jugaría a favor, pues la Argentina es un exportador neto, pero exige lograr lo que Daniel Montamat, de la consultora energética Montamat & Asociados, llama la “paz administrada” entre las empresas locales, a las que el Gobierno convocó a la “mesa del petróleo”.
“En líneas generales, el flujo de exportaciones del campo y la agroindustria no debería ser muy distinto al que fue el año pasado, unos USD 40.000 millones, USD 45.000 millones sumando carne y lácteos. El número vendría parecido, aunque hay que seguir monitoreando los cultivos. En principio, estaríamos un 10% abajo en volumen, pero con precios entre 10% y 15% arriba, como la soja, la afluencia de dólares podría ser hasta mayor que en 2021″, dijo a Infobae Juan Manuel Garzón, economista del Ieral de la Fundación Mediterránea que sigue los avatares del campo y el sector agroexportador.
La última actualización de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) sobre el volumen de los tres principales cultivos (trigo, cuya cosecha ya terminó, soja y maíz) reafirmó que salvo el trigo, cuyo volumen aumentó gracias a una expansión del área sembrada y rindes por encima de la media en algunas zonas, los demás están en caída.
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“Sin lluvias importantes en febrero y con malos pronósticos climáticos, el fantasma del desastre productivo del 2018 envuelve a la oleaginosa”, advirtió la BCR respecto de la soja, en que sobre un área sembrada total de 16,1 millones de hectáreas no llegarían a cosecha unas 750.000 hectáreas y el rinde sería inferior al del ciclo pasado, resultando en un volumen de cerca de 40 millones de toneladas. Para el maíz, por volumen ya consolidado como principal, la BCRA seguían estimando una cosecha de 48 millones de toneladas.
En cuanto a los precios, la presión continuará. Karen Brown, columnista de Thomson Reuters especializada en agricultura, notó por caso que los inventarios de trigo son muy bajos y la situación podría mejorar recién a partir de julio. Y más allá de la producción, está el problema de operar en zona de guerra. Traders globales como Cargill, ADM y Bunge ya suspendieron operaciones en Odessa y otros puertos ucranianos.
Aunque retenga y hasta aumente el valor de las expo agroindustriales, todo esto significa que el complejo y el sector agroindustrial volverán a aportar 60% o más de las ventas externas de la Argentina. El Gobierno seguramente hará énfasis en la mayor presión sobre la “inflación de alimentos”, pero sin ese aporte de divisas la situación hubiera sido mucho peor en 2021 y sería aún peor en 2022.
Segmentación energética
En energía, se inicia un impulso a la segmentación del mercado mundial. Un tercio del gas y petróleo que consume Europa (proporción aún mayor en el caso de Alemania) proviene de Europa, precisó Vasconcelos. La agresión militar, las amenazas veladas de represalia nuclear y el uso extorsivo de la energía por parte de Vladimir Putin hacen de Rusia un proveedor no fiable, algo que redibujará el escenario internacional.
“Es una oportunidad para el desarrollo intensivo de Vaca Muerta; las guerras convencionales dependen mucho de los combustibles fósiles, no hay tanques ecológicos”, dijo Montamat. “Si esto se extiende hay que ver dónde paran los precios. El funcionamiento del aparato bélico incluso va a demandar mucho carbón”, señaló. Sin embargo, agregó, “esto nos va a perjudicar, porque tenemos déficit: pasaremos de importar 56 a 75 barcos de GNL, con un precio que ya había aumentado de 8 a 25 dólares y hoy es de USD 46 el millón de BTU.
Las guerras convencionales dependen mucho de los combustibles fósiles, no hay tanques ecológicos (Montamat)
Antes del inicio del conflicto, la consultora PxQ había estimado en cerca de USD 5.900 millones las importaciones de GNL y combustibles líquidos, con un aumento de poco menos de USD 2.700 millones respecto de 2021, que ahora se estiraría a entre 3.000 y 4.000 millones de dólares más, “Tal vez el precio del se estabilice por debajo del valor de estos días, pero la cuenta se va para arriba”, dijo Montamat.
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Según Montamat, si la Argentina tuviera otro escenario macro, sería el momento de articular contratos de largo plazo con Europa y “monetizar” Vaca Muerta a través de GNL Sin embargo, señaló, “estamos entrampados en el corto plazo”: el gobierno recién ahora largó la obra del gasoducto troncal y empezó a comprar caños. Otra vez tarde para la oportunidad.
Por último, la situación exige “acomodar” un mercado interno en el que, por caso, el gas a las distribuidoras se vende a USD 3,7, pero los consumidores lo pagan a USD 1,4 el millón de BTU. Los subsidios a la energía aumentarían, complicando el acuerdo con el FMI, y se complicará la relación de productores y consumidores del mercado petrolero doméstico. Los que están exportando petróleo se beneficiarán, pero el aumento también traerá conflictos, por el divorcio de precios locales de la realidad mundial. ¿Quién producirá para el mercado interno con precios 30% por debajo del internacional”, se preguntó Montamat, y recordó el llamado oficial a una mesa del petróleo, en busca de una “paz administrada” entre empresas integradas y no integradas. “Ahora YPF tiene que meter más crudo para el mercado doméstico, porque las demás serán renuentes a hacerlo. Y si hay necesidad, tendrá que importar gasoil y fuel oil, porque los otros no lo van a hacer a pérdida”, explicó.
Reacomodamientos comerciales y eficiencia energética
“Para los commodities agropecuarios, Ucrania y Rusia proveen trigo y aceite de girasol a Europa, África y China trigo y aceite de girasol, que salen por los puertos del Mar Negro. En esos productos venía habiendo aumentos, y más aún ahora impacto de aumento de precios”, dijo a Infobae Marcela Cristini, economista de FIEL, quien advirtió que a esta altura del conflicto cualquier pronóstico es preliminar. “Hay que ver hasta dónde sigue el conflicto. En principio, Rusia quemó las naves, no puede ser considerado un proveedor confiable para los países occidentales”, algo que se reflejó en la decisión alemana de paralizar la puesta en marcha del gasoducto Nord Stream 2, que llevaría gas ruso directamente a Alemania a través del Mar Báltico.
Rusia quemó las naves, no puede ser considerado un proveedor confiable para los países occidentales (Cristini)
Cristini reparó en un antecedente histórico como la crisis petrolera de los años setenta para advertir cuán profundo puede ser el cambio de escenario. El shock inicial hizo pico en 1974 y llevó a un cambio muy rápido de tecnología. Con gran fuerza en Europa (“los alemanes reinventaron la eficiencia energética”, señaló la experta), y algo menos en EEUU, hubo un fortísimo impulso al ahorro de energía. Rusia hoy no es un proveedor energético de tanto peso como lo eran entonces la OPEP y Arabia Saudita, pero el conflicto acelerará el cambio tecnológico hacia energías alternativas, como el hidrógeno y los vehículos eléctricos, aunque a corto plazo haya un empoderamiento de países ricos en petróleo y de la industria del GNL.
En materia agrícola, Rusia tendrá como salida la demanda china y la Argentina, en vez de enviarle granos a China, la enviará a otro lado, “pero mercado no va a faltar”, dijo Cristini. “China le va a comprar a Rusia con descuento y tratará de mantener mercados diversificados. No veo el negocio económico de China en la guerra”. Además, agregó, Rusia no es un proveedor energético que no pueda ser reemplazado en dos o tres años, y la Argentina puede aumentar su propia provisión “con otros precios y otras políticas”.
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El comercio de minerales estará trabado por un tiempo, por los problemas logísticos, pero eso es pasajero, dijo la economista de FIEL En cambio, subrayó, la búsqueda de eficiencia y nuevas fuentes de energía es una tendencia más promisoria, que la Argentina, con sus reservas de litio y sus posibilidades de producción de hidrógeno verde, puede “potencialmente” aprovechar.
En síntesis, según Cristini, la Argentina podría tener en 2022 un superávit comercial de unos USD 12.000 millones, pese al menor volumen de la cosecha, e importaciones en línea con un crecimiento del PBI más débil que en 2021. ¿Cuánto más? Allí entran en juego temas como el acuerdo (o no) con el FMI y el rumbo de la política económica.