El nuevo gobierno de Estados Unidos enfrenta un escenario global fragmentado, con conflictos geopolíticos, cambios demográficos y disputas comerciales que ponen a prueba su agenda
En general, las miradas optimistas han retrocedido. Al inicio de 2025, el panorama mundial aparece crecientemente fragmentado en términos sociales, económico y tecnológico.
En comparación con el año anterior, los conflictos se han expandido, los eventos climáticos extremos y las catástrofes se han intensificado debido a cambios meteorológicos, y las sociedades enfrenta una polarización política y social creciente. A esto se suman los avances tecnológicos, que han potenciado la difusión de información equivocada o deliberadamente falseada (malware).
El riesgo de errores políticos o militares limita cualquier expectativa de estabilidad. Parecen ser los tiempos más conflictivos desde la Guerra Fría. Además, se observan eventos climáticos extremos, conflictos armados entre Estados, polarización social, espionaje y ataques cibernéticos, contaminación, desigualdad, migraciones forzadas y erosión de derechos individuales.
Actualizar la visión económica
Los asesores de Trump deberían actualizar sus datos y enfoques. Según las series estadísticas del World Economic Outlook del FMI, iniciadas en 1980, Estados Unidos ha generado un cuarto del ingreso mundial. No ha habido ningún retroceso significativo que justifique reclamos de compensación.
La nueva administración debería reconocer que América siempre fue grande, con la libertad y la competencia como pilares.
Actualmente, con apenas el 4% de la población mundial, Estados Unidos produce el 25% del PBI mundial y tiene el quinto ingreso per cápita más alto del planeta. En contraste, China, sofocada por el control estatal, era prácticamente irrelevante en 1980, cuando comenzó a liberar su economía. Hoy es la segunda potencia mundial.
Sin embargo, el intervencionismo tiene sus fallas, y China enfrenta ahora una declinación demográfica derivada de la política del hijo único. Mi profesor en la Universidad de Chicago, Milton Friedman, solía decir: “Lo óptimo es enemigo de lo bueno”.
En 1980, Argentina tenía una participación similar a la de China en la economía mundial, pero hoy ha perdido relevancia. La libertad de competir es la mejor receta. Aun así, Trump irrumpe con el poder de imponer cambios institucionales no negociados.
El impacto de los aranceles y la competencia
El plan de Trump para aumentar las tarifas aduaneras tendría consecuencias directas: los consumidores estadounidenses pagarían más impuestos y la competitividad del país se vería afectada.
Insisto: los únicos que asumirían el costo de estas tarifas serían los propios estadounidenses.
En respuesta, los socios comerciales de Estados Unidos ajustarían sus regulaciones. EE.UU. es el líder productivo mundial y, por lo tanto, el que más tiene que perder en un conflicto comercial.
Cada recargo adicional sobre las importaciones reduciría la competitividad y el ingreso individual. El comercio libre enriquece a los ciudadanos, pero trabarlo perjudica a todos, incluidos quienes votaron por Trump.
El equipo de Trump está obsesionado con el déficit comercial de Estados Unidos (exportaciones menos importaciones de bienes y servicios). Aunque estuvo equilibrado durante décadas, desde 1973 ha registrado déficits.
Una visión más completa incluiría los aspectos financieros del problema, analizando la cuenta corriente del balance de pagos internacionales, que refleja el déficit entre los ingresos y los gastos totales del país. Desde 1982, Estados Unidos ha acumulado un desequilibrio superior a USD 16.000 millones, reflejando tanto déficits públicos como privados.
Esto ocurre porque el mundo confía en Estados Unidos y financia su alto nivel de gasto. Por ahora, los mercados aceptan bonos y deuda estadounidense a cambio de bienes y servicios reales. Sin embargo, Trump ahora exige reducir los intereses sobre esa deuda.
La expulsión masiva de inmigrantes ilegales
Otro conflicto clave es la decisión de expulsar a los 11 millones de inmigrantes ilegales que residen en Estados Unidos. Esto tendría un impacto devastador en las familias, el empleo, los salarios y los precios, ya que millones de personas tendrían que ser reemplazadas en la fuerza laboral.
Mientras tanto, China atraviesa una crisis demográfica sin precedentes. El envejecimiento acelerado y la baja natalidad suponen desafíos económicos graves. Según Naciones Unidas, la población china podría reducirse un 55% para finales del próximo siglo, mientras que la de Estados Unidos se proyecta que crecerá un 18% en el mismo período.
La última portada de Newsweek destaca la crisis de natalidad en China y sus efectos económicos. Se trata de un fenómeno sin precedentes en un país que no ha atravesado guerras ni hambrunas recientes. El régimen chino ha comenzado a contactar a mujeres para alentarlas a tener más hijos, en un intento desesperado por frenar la disminución de la población y la fuerza laboral.
Mientras China enfrenta una disminución de su población y su fuerza laboral, Estados Unidos se beneficia de un crecimiento demográfico moderado y una política migratoria que contribuye significativamente a su población activa. Los inmigrantes representan el 14,3% de la población estadounidense, en comparación con solo el 0,1% en China.
Sin embargo, la nueva administración busca expulsar a los inmigrantes ilegales, lo que pondría en riesgo una ventaja clave de Estados Unidos en términos de crecimiento económico y dinamismo laboral.
El autor es director de BG Consulting